jueves, 11 de diciembre de 2008

Conspiración

Pues no sé ustedes, pero aquí el que suscribe no tiene ni idea de cómo serán. Esos salones, tapizados con pieles de animales en peligro de extinción. Esos despachos, forrados de madera noble en formato mueble caro. Esas salas de juntas, con vistas espléndidas al mundo entero. Esas oficinas, situadas en última planta de rascacielos con diseño de arquitecto prestigioso y decoración de interiorista exclusivo. Ni idea, ya les digo, porque jamás he pisado lugares así. Pero si les da a ustedes, como a mí, por atar alguno de los cabos con los que la jodida crisis nos fustiga el lomo, quizá se los imaginen. Y quizá vean en sitios como ésos a unos cuantos hijos de la gran puta montándoselo para sacar más tajada de la que normalmente ya apandan. Que es mucha. Y, entre humo de puros y copas de brandy, los tíos sentando las bases de la plaga que vendría. La que ya está aquí. Enviando trabajadores al paro, a la ruina y a la calle. Conspirando, mientras disfrutan de tanto lujo asiático, para ajustar la llave y dar otra vuelta de tuerca. Que esto ya está maduro. Hala, vamos a segar. Conspiremos.

Cui prodest scelus, is fecit. Toma castaña. Lucio Anneo Séneca. Esto del Google es la hostia, menos mal que aún no han chapao la paraeta ni se han montado un ERE subiéndose a la ola de lo que ahora mola. En román paladino, el latinajo dice que a quien aprovecha el crimen, ése es su autor. Y a quién aprovecha todo este desmierde de cierres, despidos, miserias y rebajas adelantadas. Ustedes me dirán. Tanta locura, tanto drama, tanta desgracia sobrevenida, tanta depresión post paro, tanta hipoteca ejecutada... ¿Realmente hay alguien, o álguienes, a quienes esto les sirve? Pues sí. Manda huevos. Ésta es de Trillo, no de Séneca. Pero sí, eso, que sí. Que les aprovecha. Y que manda huevos, reitero.

En este país, la crisis, además de llevar nombre y apellidos, se adorna con mote. Los primeros ya los conocemos: Escasa liquidez, bajada de ventas, paro y vuelta a empezar. Pero el apelativo cariñoso con que aquí llamamos a la crisis es sólo nuestro: Edificación. O Sector Inmobiliario, o Construcción, o como mierda quieran llamar ustedes a ese negocio borracho con el que la economía española andaba sobrerrevolucionada. Negocio borracho que ahora ha muerto, casi literalmente, por coma etílico. Hace ya más de dos años que la gran cagada se veía venir. Los precios subían más rápido que un cohete de feria. Los precios del terreno, de los materiales, de los metros construidos. Los de la mano de obra no tanto, que para eso ya se usa de siempre a los trabajadores sin papeles. Los bancos, mientras tanto, te veían pasar por la puerta y te obsequiaban con una hipoteca acompañada de su correspondiente juego de toallas. Con tal panorama, hasta un tontorrón con pintas se hacía promotor de la noche a la mañana. Hola, chaval, ¿cómo estás? Pues ya ves, que me he hecho promotor. Hostias, ¿pero tú no te dedicabas a robar cobre? Sí, pero más o menos es lo mismo. Mira qué pedazo mercedacos me he trincao con la primera certificación del banco. Y sin poner un ladrillo.

Total, que en ese plan andábamos. Entonces, el personal que ocupa los salones, despachos, salas de juntas y oficinas donde se fabrica el poder, empezó a escandalizarse. Oye, Emilio, ¿no te parece que aquí corre demasiado la pasta? Pues sí, Paco. El dineral que estamos dejando de ganar nosotros con tantos constructores, promotores, agentes de la propiedad inmobiliaria y anteneros sueltos que hay. Vaya, ya te digo. Y además, cualquier soplagaitas que tiene un solarcito se cree Sátrapa de Egipto, y pide un potosí y medio por metro cuadrado. Pues para acabarlo de arreglar, no te pierdas los de Metrovacesa, Llanera, Martinsa, Colonial... Están creciendo más que un tumor en Vandellós. Puaf, y los tenemos menos controlados que al Triqui en la fábrica de galletas Fontaneda. No, Fontaneda no, que quebró. Ay sí, bueno, pues ponle Bekelar. Vale, pues qué hacemos. Porque algo hay que hacer, no vamos a dejar que estos indocumentados nos saquen la viruta de las zarpas. Pues no. Pues eso, que no.

Ya tenemos la trama servida. Rapidito, que se enfría. Y, a partir de este punto, el plan es tan sencillo que asusta. Acojona profundamente. Partiendo de una premisa básica, la trama cae como pera madura. El abecé de cualquier presidente de banca internacional que sepa hacer la o con un canuto. Y cuál es la premisa, dirán ustedes. Sencilla: hace dos años, todo cristo estaba ya hipotecado hasta los pelos de las orejas. Y todo cristo eran, también, y por encima del resto, las grandes constructoras - promotoras no controladas por las corporaciones bancarias. Es decir, que mientras los créditos con los que las constructoras habían crecido siguiesen siendo mantenidos por la banca, aquí no había problema. Pero ojo: en cuanto los bancos dijesen cuidadín, hasta aquí, ahora voy y no te renegocio la financiación porque no me sale de los huevos y porque te huelen los pies... Pues, plaf. Tropiezo. Coscorrón. Piñazo en toda regla. En otras palabras, que desde hace como mínimo dos años, la banca tenía en sus manos la continuidad de las grandes promotoras y constructoras de este país. Y a la banca, como es natural, tenía que hacerle maldita la gracia observar cómo la peña constructoril, promotoril e inmobiliaril se hinchaba a ganar dinero en plan euromillones del caribe. Mientras ellos se limitaban a recaudar intereses de préstamos. Muchos intereses, de préstamos grandes y pequeños, pero intereses. ¿Y los pingües beneficios de la Construcción? ¿Para los constructores? No señor, hasta ahí podíamos llegar. Nos los quedamos. También.

Resumiendo y sencillito. Conspiración por pasos. Uno. Nos echamos al rollo de las crisis sub-prime de los gringos. Para eso tenemos periódicos, pa' espantar al personal. Dos. Una vez creado el ambiente adecuado, reducimos paulatinamente las facilidades con las que damos pasta. Estrangulamos el mercado inmobiliario. Poquito a poco, que no se vaya a notar. Tres. Paciencia, que a final de año llega el momento de renegociar los préstamos. Ahí les diremos que no, tanto a grandes como a pequeños. Total, estamos en crisis, quién va a protestar. Y qué mejor manera de paralizar la venta que negando hipotecas a los curritos. A ver quién es el guapo que se compra una casa si yo no quiero. Que soy el banco, coño. Cuatro. Sin cacaos caen todos, los grandes y los pequeños constructores. Cinco. A los pequeños los dejamos morirse, que aquí ya son muchos los que construyen, compran, venden y especulan. Se acabó el menudeo inmobiliario. Seis. Cuando las grandes constructoras nos lloren asfixiadas porque les falta nuestro dinero, lanzamos la contraoferta - solución a su quiebra. Y les cambiamos deuda por acciones. Y vualá, que dicen los gabachos. Matamos dos pájaros de un tiro. Reventamos a los chicos y nos quedamos con dos o tres grandes. Siete, y final de partido: Tenemos en nuestras manos todo el sector de la Construcción de este país. Todo, todo y todo. Todo pastel que se precie tiene su guinda. Y la del que nos ocupa es que, a base de lloros y lamentaciones, a fuerza de repetir un banco tras otro que no hay dinero para prestar, el gobierno de la Nación pone una fotracada de billetes a precio de risa en manos de Emilio, de Paco y de sus amigos para que sigan prestándolo más caro y reactiven la economía que ellos mismos se han cargado. Espectacular.

¿Dudosa, la conspiración? Ahí van unos pocos datos para sospechar. Uno. Desde hace unas semanas, ya hay varias grandes constructoras que están en manos de los grandes bancos (Metrovacesa, Colonial, Martinsa...). El paso se ha dado tan discretamente, que en los periódicos has de buscar la noticia con lupa. Y en la tele, por supuesto, ni sale. Dos. Que se sepa, los bancos con sede en este país, los de aquí por resumir, no han experimentado grandes pérdidas con esto de la puta crisis. Vamos, que siguen dando beneficios a mogollón. Cualquiera diría que este empastre no les afecta, o incluso que hasta se lo esperaban... Y tres. Efectivamente, la lista de pequeños promotores, constructores y, en especial, trabajadores de la construcción que en estos momentos están en la cola del paro o, directamente, comiéndose los mocos duros es ya más larga que la lista de los reyes godos.

Complot ejecutado. Conspiración conspirada. El negocio inmobiliario y sus beneficios en manos de los bancos. Sólo queda reactivarlo con los millones baratos que el gobierno les prodiga. Ah, y tres millones de parados, camino de cuatro. El país, hecho un descampado estéril, sembrado de cadáveres haciendo cola en el INEM. Pero no se preocupen, no es tan dramático. Hagan como en las guerras de ahora, que los muertos dejan de tener nombre, cara y familia cuando se les llama "daños colaterales".


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